Por ANÍBAL ROMERO.
Camus fue un gran escritor, un pensador centrado en la vida de la gente y decidido a explorar sus dilemas con descarnada agudeza y un coraje moral a toda prueba. En este sencillo homenaje me referiré a su obra literaria, a sus ensayos político-filosóficos y al sentido de su compromiso político.A diferencia, por ejemplo, de la literatura que produjo su contemporáneo y rival Jean-Paul Sartre, las principales obras de ficción de Camus conservan una frescura sorprendente, y su vigencia es indudable. Las novelas El extranjero, La peste y La caída fueron algunos de sus logros singulares. La primera aborda la cuestión del absurdo en la existencia; la segunda explora los desafíos que procesos colectivos como la guerra y la ocupación imponen a los individuos, así como las diversas respuestas que éstos dan ante los mismos; la tercera es un hermoso y trágico esbozo de la piedad del hombre colocado ante el abismo de su fragilidad espiritual.
Poco queda del Sartre escritor, excepto su primera novela, La náusea, en tanto que las obras de Camus ganan vigor con los años. De las tres novelas de éste, mi preferida es La peste, una obra alegórica que emana de la Francia dominada por los nazis pero que en realidad dibuja un panorama universal, pues tiene por objeto a aquellos a los que el destino exige asumir retos fundamentales y les obliga a elegir entre el honor o la cobardía, la solidaridad o el egoísmo, el apego a valores nobles o el oportunismo, la compasión o el desprecio. La peste es una obra fundamental del siglo XX, un siglo de campos de concentración, gulags, pesares y desdichas. Con inigualable maestría, Camus describió una enfermedad política y ética capaz de corroer y devastar los corazones y cuyo virus insidioso puede repentinamente alcanzarnos. Hay en esta tierra plagas y víctimas, y es preciso resistirse ser parte de la plaga.No comentaré las piezas teatrales de Camus, que también hoy pueden leerse con provecho, pero sí deseo mencionar sus ensayos filosófico-literarios, El mito de Sísifo y El hombre rebelde. El primero se inicia con esta frase memorable: "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio", mientras que el segundo da cuenta de un lugar más allá del nihilismo en el que "todos nosotros, entre las ruinas, preparamos un renacer". Con El hombre rebelde se selló la ruptura definitiva entre Camus, un humanista esencial, y Sartre, un filósofo brillante pero equivocado en el plano político. Camus tuvo entonces que sufrir los embates de la izquierda francesa. Su defensa de los derechos humanos frente al totalitarismo, su cuestionamiento del comunismo soviético y su lucha por la libertad le granjearon críticas y agravios. Pero la historia le ha reivindicado, en tanto que Sartre culminó su errático camino exaltando la feroz revolución cultural maoísta.El 4 de enero de 1960, un accidente automovilístico truncó de modo cruel y prematuro la fructífera carrera de nuestro homenajeado. Su posición como uno de los escritores más destacados de su época está fuera de duda, y la pertinencia intelectual y el rango literario de su obra se acrecientan a medida que pasa el tiempo. Pocas veces se ha otorgado un Premio Nobel con más justicia.
Poco queda del Sartre escritor, excepto su primera novela, La náusea, en tanto que las obras de Camus ganan vigor con los años. De las tres novelas de éste, mi preferida es La peste, una obra alegórica que emana de la Francia dominada por los nazis pero que en realidad dibuja un panorama universal, pues tiene por objeto a aquellos a los que el destino exige asumir retos fundamentales y les obliga a elegir entre el honor o la cobardía, la solidaridad o el egoísmo, el apego a valores nobles o el oportunismo, la compasión o el desprecio. La peste es una obra fundamental del siglo XX, un siglo de campos de concentración, gulags, pesares y desdichas. Con inigualable maestría, Camus describió una enfermedad política y ética capaz de corroer y devastar los corazones y cuyo virus insidioso puede repentinamente alcanzarnos. Hay en esta tierra plagas y víctimas, y es preciso resistirse ser parte de la plaga.No comentaré las piezas teatrales de Camus, que también hoy pueden leerse con provecho, pero sí deseo mencionar sus ensayos filosófico-literarios, El mito de Sísifo y El hombre rebelde. El primero se inicia con esta frase memorable: "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio", mientras que el segundo da cuenta de un lugar más allá del nihilismo en el que "todos nosotros, entre las ruinas, preparamos un renacer". Con El hombre rebelde se selló la ruptura definitiva entre Camus, un humanista esencial, y Sartre, un filósofo brillante pero equivocado en el plano político. Camus tuvo entonces que sufrir los embates de la izquierda francesa. Su defensa de los derechos humanos frente al totalitarismo, su cuestionamiento del comunismo soviético y su lucha por la libertad le granjearon críticas y agravios. Pero la historia le ha reivindicado, en tanto que Sartre culminó su errático camino exaltando la feroz revolución cultural maoísta.El 4 de enero de 1960, un accidente automovilístico truncó de modo cruel y prematuro la fructífera carrera de nuestro homenajeado. Su posición como uno de los escritores más destacados de su época está fuera de duda, y la pertinencia intelectual y el rango literario de su obra se acrecientan a medida que pasa el tiempo. Pocas veces se ha otorgado un Premio Nobel con más justicia.
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