Necesidad de Rituales y la Ecopsicología
Por Teresita Domínguez En estos tiempos han florecido muy popularmente los viajes chamánicos y otros aspectos de las tradiciones indígenas más relacionados a la cura de la enfermedad, lo cual coincide con lo enferma que está nuestra cultura. Sin embargo es importante considerar que esta forma de sanación funcionaba a mil maravillas dentro de un contexto cultural, social y espiritual que ahora no tenemos, y que hace que los efectos de una cura chamánica se pierdan cuando el individuo vuelve a casa y se encuentra con su enferma situación vital.
Las tradiciones indígenas tienen mucho más para aportar al hombre moderno que una antigua forma de sanar; pueden ser un modelo de cómo vivir en salud. Por supuesto que todo merece una adaptación a los tiempos modernos, pero son innumerables los puntos a rescatar de lo que podemos aprender.
Luego de 500 años de silencio, los Consejos de Ancianos de las más antiguas tradiciones indígenas decidieron abrirse y compartir su sabiduría, para que esté al alcance de toda la gente que desee aprender de ella. Tomar solamente la parte de la tradición que se dedica a la cura de la enfermedad, o sea, solo con el rol del chamán,1 es no comprender la totalidad que la cosmovisión indígena tiene para aportar, reduciéndola a un solo aspecto. Además nos quedamos nuevamente con la antigua visión de que estamos enfermos y que otro, mucho más sabio y mágico que yo me va a curar, depositando la figura del sanador fuera de mi mismo.
Una de las maravillas más grandes de las tradiciones indígenas, es que enseñan la conexión de cada uno con el Gran Espíritu, o Gran Misterio (Dios, la conciencia divina, o como quiera ser llamado). Cada uno tiene una relación con este ser
superior, que debe cultivar y cuidar, y las personas, medicinas, objetos rituales, etc., son apoyos que tenemos para hacer que esta relación sea más fluida y fuerte. Cada uno de los integrantes de una tribu tiene un don, especialidad o misión que comparte en beneficio de los demás integrantes de la tribu, ya que no todos podemos ser chamanes o guerreros. Pero el aspecto de las tradiciones indígenas que me interesa tomar por lo que puede aportar al mundo de hoy, es la capacidad de dar a cada evento de la vida su importancia y sentido profundo a través de una ceremonia o ritual. Vivimos con una avidez de consumo que inevitablemente nos deja insatisfechos, a un ritmo vertiginoso, donde las situaciones realmente importantes de la vida se pierden debajo de la montaña de obligaciones y distracciones que el mundo actual nos ofrece.
No se trata de escapar de ellas viviendo en una cueva, sino de integrar la capacidad de dar sentido a nuestras experiencias de vida a través de los rituales conectados a la naturaleza (que finalmente nos conecta con nuestra naturaleza interior).
Jung, en “La Práctica de la Psicoterapia”2, nos advierte a quienes nos dedicamos a esta disciplina, de los peligros que acarrea para el ser humano la pérdida de las tradiciones. No es novedad para nadie que durante un proceso de psicoterapia el cliente proyecta en el terapeuta la imagen de sus padres (transferencia). Llegado el punto del proceso en que esta proyección debe ser levantada, el terapeuta suele encontrarse con serias dificultades. Jung dice que no podemos esperar la destrucción de esas imágenes parentales (como en muchos casos se intenta, aduciendo a la independencia del hombre), porque estaríamos apelando a la destrucción del alma infantil, lo cual está de antemano condenado al fracaso.
¿Entonces qué hacer cuando se llega a este punto en la terapia? Jung solía enviar a los cristianos a practicar los rituales de la iglesia católica, pero narra las dificultades con que se encontraba cuando la persona no tenía una tradición.
Si bien históricamente la ruptura con las tradiciones ha sido un paso importante en el desarrollo de ciertos aspectos de la humanidad, también ha generado procesos peligrosos. Una tradición no piensa en destruir el alma infantil, sino más bien que la sustenta y la transforma en una forma más elevada, previniendo así la pérdida de las raíces, uno de los males más graves, según Jung, de nuestra sociedad actual.
¿Qué es lo grave de la pérdida de las raíces? Se ha hablado mucho del tema, y hasta de una forma algo romántica, sin embargo podemos ver en ella el comienzo de procesos psicopatológicos graves como la supervaloración de si mismo o en el otro extremo, el famoso complejo de inferioridad, además de ser terreno propicio para otros tipos de disturbios.
Jung plantea que la vida instintiva se expresa a través de las tradiciones. Dice que las convicciones y las costumbres transmitidas por la tradición están profundamente arraigadas en los instintos. Si estas son perdidas, la conciencia se separa del instinto, por lo tanto la conciencia pierde sus raíces y el instinto, ahora sin expresión retorna al inconsciente, cuya energía se refuerza y se desborda luego a los respectivos contenidos concientes, pero desconectada de sus raíces, los instintos.
He ahí la extrema urgencia de rescatar la importancia de rituales y tradiciones que ordenen y devuelvan la energía a donde debe de ir. La energía busca su recipiente correcto, y no lo encuentra en la actividad de generar el sustento y comodidades innecesarias. Busca en las relaciones románticas, en el poder, en la política, en el conocimiento racional, y tampoco encuentra. El problema es que no sabemos ya cuáles son nuestras tradiciones, y si debemos adoptar una, cuál es la mejor.
Sin embargo, los propios síntomas traen la solución. Es obvio que esta cultura patriarcal ha dejado a la Madre Tierra de lado, generando la destrucción ecológica visible ya para todos. Lo lógico en este caso es volver a prestarle atención. Esto está sucediendo a través de un intenso movimiento ecológico, pero como muy bien plantea la ecopsicología, el cambio comienza desde dentro de cada uno de los integrantes de este planeta.
En el mundo actual, donde la globalización dificulta la puesta en práctica de antiguas tradiciones que preserven la naturaleza instintiva del ser humano, cada uno debe hacerse cargo de su propia naturaleza y necesidad de raíces. Hoy tenemos una gran oferta de distintos tipos de tradiciones que están a la mano de quien quiera beneficiarse de ellas. Sin embargo existen factores que “mandan”. Cada rincón de la Madre Tierra tiene su particularidad, y como dice Michael Caley 3 en la edición anterior de Amaranda, la Ecopsicología podría ocuparse de estudiar que es lo apropiado para las personas en sus ecosistemas físicos, mentales y espirituales, lo cual se puede aplicar tanto para la alimentación como también al tipo de ritual que beneficia un mayor contacto con las energías de la madre Tierra en el lugar, y también de conexión con el Padre Cielo.
Cada rincón del planeta tuvo en su época grupos humanos que durante muchas generaciones se dedicaron a desarrollar la mejor manera de relacionarse con la Madre Tierra, tomando lo necesario sin perturbarla, y con el más grande de los agradecimientos.
¿Por qué no retornar a ellos a ver cómo lo hacían? Pero no solo en su forma de sanar lo que enfermara, sino en cada detalle de su cotidianidad. Quizás podamos, desde la Ecopsicología, ofrecer soluciones vitales concretas a cada nación del planeta para relacionarse con la Madre Tierra tal como ella es allí, y así poder amarla aceptándola en su realidad.
Quizás sea responsabilidad de los habitantes de hoy sentar las bases de las nuevas tradiciones que serán las raíces de los habitantes del futuro, y así poder ser quienes somos con humildad y en paz.
Las tradiciones indígenas tienen mucho más para aportar al hombre moderno que una antigua forma de sanar; pueden ser un modelo de cómo vivir en salud. Por supuesto que todo merece una adaptación a los tiempos modernos, pero son innumerables los puntos a rescatar de lo que podemos aprender.
Luego de 500 años de silencio, los Consejos de Ancianos de las más antiguas tradiciones indígenas decidieron abrirse y compartir su sabiduría, para que esté al alcance de toda la gente que desee aprender de ella. Tomar solamente la parte de la tradición que se dedica a la cura de la enfermedad, o sea, solo con el rol del chamán,1 es no comprender la totalidad que la cosmovisión indígena tiene para aportar, reduciéndola a un solo aspecto. Además nos quedamos nuevamente con la antigua visión de que estamos enfermos y que otro, mucho más sabio y mágico que yo me va a curar, depositando la figura del sanador fuera de mi mismo.
Una de las maravillas más grandes de las tradiciones indígenas, es que enseñan la conexión de cada uno con el Gran Espíritu, o Gran Misterio (Dios, la conciencia divina, o como quiera ser llamado). Cada uno tiene una relación con este ser
superior, que debe cultivar y cuidar, y las personas, medicinas, objetos rituales, etc., son apoyos que tenemos para hacer que esta relación sea más fluida y fuerte. Cada uno de los integrantes de una tribu tiene un don, especialidad o misión que comparte en beneficio de los demás integrantes de la tribu, ya que no todos podemos ser chamanes o guerreros. Pero el aspecto de las tradiciones indígenas que me interesa tomar por lo que puede aportar al mundo de hoy, es la capacidad de dar a cada evento de la vida su importancia y sentido profundo a través de una ceremonia o ritual. Vivimos con una avidez de consumo que inevitablemente nos deja insatisfechos, a un ritmo vertiginoso, donde las situaciones realmente importantes de la vida se pierden debajo de la montaña de obligaciones y distracciones que el mundo actual nos ofrece.
No se trata de escapar de ellas viviendo en una cueva, sino de integrar la capacidad de dar sentido a nuestras experiencias de vida a través de los rituales conectados a la naturaleza (que finalmente nos conecta con nuestra naturaleza interior).
Jung, en “La Práctica de la Psicoterapia”2, nos advierte a quienes nos dedicamos a esta disciplina, de los peligros que acarrea para el ser humano la pérdida de las tradiciones. No es novedad para nadie que durante un proceso de psicoterapia el cliente proyecta en el terapeuta la imagen de sus padres (transferencia). Llegado el punto del proceso en que esta proyección debe ser levantada, el terapeuta suele encontrarse con serias dificultades. Jung dice que no podemos esperar la destrucción de esas imágenes parentales (como en muchos casos se intenta, aduciendo a la independencia del hombre), porque estaríamos apelando a la destrucción del alma infantil, lo cual está de antemano condenado al fracaso.
¿Entonces qué hacer cuando se llega a este punto en la terapia? Jung solía enviar a los cristianos a practicar los rituales de la iglesia católica, pero narra las dificultades con que se encontraba cuando la persona no tenía una tradición.
Si bien históricamente la ruptura con las tradiciones ha sido un paso importante en el desarrollo de ciertos aspectos de la humanidad, también ha generado procesos peligrosos. Una tradición no piensa en destruir el alma infantil, sino más bien que la sustenta y la transforma en una forma más elevada, previniendo así la pérdida de las raíces, uno de los males más graves, según Jung, de nuestra sociedad actual.
¿Qué es lo grave de la pérdida de las raíces? Se ha hablado mucho del tema, y hasta de una forma algo romántica, sin embargo podemos ver en ella el comienzo de procesos psicopatológicos graves como la supervaloración de si mismo o en el otro extremo, el famoso complejo de inferioridad, además de ser terreno propicio para otros tipos de disturbios.
Jung plantea que la vida instintiva se expresa a través de las tradiciones. Dice que las convicciones y las costumbres transmitidas por la tradición están profundamente arraigadas en los instintos. Si estas son perdidas, la conciencia se separa del instinto, por lo tanto la conciencia pierde sus raíces y el instinto, ahora sin expresión retorna al inconsciente, cuya energía se refuerza y se desborda luego a los respectivos contenidos concientes, pero desconectada de sus raíces, los instintos.
He ahí la extrema urgencia de rescatar la importancia de rituales y tradiciones que ordenen y devuelvan la energía a donde debe de ir. La energía busca su recipiente correcto, y no lo encuentra en la actividad de generar el sustento y comodidades innecesarias. Busca en las relaciones románticas, en el poder, en la política, en el conocimiento racional, y tampoco encuentra. El problema es que no sabemos ya cuáles son nuestras tradiciones, y si debemos adoptar una, cuál es la mejor.
Sin embargo, los propios síntomas traen la solución. Es obvio que esta cultura patriarcal ha dejado a la Madre Tierra de lado, generando la destrucción ecológica visible ya para todos. Lo lógico en este caso es volver a prestarle atención. Esto está sucediendo a través de un intenso movimiento ecológico, pero como muy bien plantea la ecopsicología, el cambio comienza desde dentro de cada uno de los integrantes de este planeta.
En el mundo actual, donde la globalización dificulta la puesta en práctica de antiguas tradiciones que preserven la naturaleza instintiva del ser humano, cada uno debe hacerse cargo de su propia naturaleza y necesidad de raíces. Hoy tenemos una gran oferta de distintos tipos de tradiciones que están a la mano de quien quiera beneficiarse de ellas. Sin embargo existen factores que “mandan”. Cada rincón de la Madre Tierra tiene su particularidad, y como dice Michael Caley 3 en la edición anterior de Amaranda, la Ecopsicología podría ocuparse de estudiar que es lo apropiado para las personas en sus ecosistemas físicos, mentales y espirituales, lo cual se puede aplicar tanto para la alimentación como también al tipo de ritual que beneficia un mayor contacto con las energías de la madre Tierra en el lugar, y también de conexión con el Padre Cielo.
Cada rincón del planeta tuvo en su época grupos humanos que durante muchas generaciones se dedicaron a desarrollar la mejor manera de relacionarse con la Madre Tierra, tomando lo necesario sin perturbarla, y con el más grande de los agradecimientos.
¿Por qué no retornar a ellos a ver cómo lo hacían? Pero no solo en su forma de sanar lo que enfermara, sino en cada detalle de su cotidianidad. Quizás podamos, desde la Ecopsicología, ofrecer soluciones vitales concretas a cada nación del planeta para relacionarse con la Madre Tierra tal como ella es allí, y así poder amarla aceptándola en su realidad.
Quizás sea responsabilidad de los habitantes de hoy sentar las bases de las nuevas tradiciones que serán las raíces de los habitantes del futuro, y así poder ser quienes somos con humildad y en paz.
Gracias por publicar este interesante articulo sobre la ecopsicologia. John Lash en su libro "Not in his image" hace referencia a este tema. En future primitive (http://www.futureprimitive.org/?s=john+lash&x=-1070&y=-60) podreis encontrar varios podcasts de entrevistas que le hizo Joanna Harcourt, donde abordan la tematica que presenta este articulo.
ResponderBorrarAtentamente,
Gilberto