El notable éxito del debut le aseguró la libertad creativa: de ahora en adelante, nadie se atrevería a contradecirla. Porque, como escribió un cronista, "Debajo de su imagen de chica que está en la Luna, se esconde una guerrera galáctica." Tori Amos sabe lo que quiere, y va a por ello. Y no sólo eso: todo lo que hace tiene mucho éxito. Su numeroso público se compone de desheredados, inadaptados varios, adolescentes necesitados, y nerds, por los que Tori tiene un gran cariño. "Era bastante nerd en el secundario", recuerda. "Nunca me integré, pero me tenían un poco de respeto porque tocaba en bares. Y me llevaba muy bien con las minorías. Nunca me cayeron bien los soberbios. Tengo mucho tiempo para dedicarles a todos los nerds del mundo, los que no se ratean. Me juntaba con los fanáticos de la ciencia... Saben cómo volar cosas en pedazos! No hay nada más cool que eso." Mucho se ha dicho y escrito sobre los temas tabú (masturbación, violación...) que Amos trata en sus canciones y sobre la peculiar forma en que lo hace (entre la devastadora, escandalosa, claridad y una oblicuidad indescifrable); tanto parecen perturbar sus narraciones que a menudo los analistas se detienen en las palabras y olvidan escuchar la música. Pero si debe dar su opinión sobre la poco pudorosa exposición del dolor por parte de los músicos de su generación, un regodeo sin fin en la desdicha del que ha sido declarada culpable más de una vez, Amos dirá: "Nuestra generación ama su dolor, promoverlo y venderlo. He sido parte de eso, me guste o no. [...] Pero yo no estoy diciendo que estamos todos arruinados, que soy una víctima. Mi mensaje es: sé tu propio maestro, podés tomar el control. Quiero decir, no importa cuánto dolor personal sienta un artista, por Dios, esto no es Ruanda. Yo creo honestamente que para muchos de los chicos que cantan sobre el dolor, es una elección. Se quedan pegados a eso, y se vuelven poderosos como reyes del dolor. [...] Hay ciertos artistas que dependen del hecho de que su público no se respete a sí mismo y se sienta impotente. Obviamente no estoy hablando de gente como Kurt Cobain, que estaba genuinamente enfermo, un maníaco depresivo. No estoy calificada para hablar de lo que le pasó. Estoy hablando del culto al estar hecho mierda, la forma en que el dolor se ha convertido en algo popular en el rock". Para la grabación de su segundo disco, Under the Pink, de 1994, Amos alquiló una hacienda de 150 años en Nuevo México, en la que trabajó nuevamente junto al productor Eric Rosse y sesionistas como Steve Caton, George Porter Jr., Carlo Nuccio y Paulinho Da Costa. El resultado de esas agitadas sesiones (en las que participó como invitado el músico Trent Reznor) es un disco más complejo tanto musicalmente como en la variedad de sentimientos e ideas que despliega en sus doce intensos temas. "Pretty Good Year", "Waitress" y "Bells for Her" son excelentes muestras de lo que la pelirroja pianista es capaz de lograr. "Bells...", por ejemplo, fue grabada y compuesta al mismo tiempo, y Amos tuvo que copiar la letra al terminar para saber de qué había estado hablando. El resultado es único. Como puede escucharse en Under the Pink, Amos se enfrentó sin problemas a la dura tarea de darle una continuación a un debut exitoso: "[La gente me preguntaba] '¿Qué vas a hacer después de Little Earthquakes?' Bueno, voy a hacer lo que hice antes de Little Earthquakes, que es lo que he hecho desde que tenía dos años y medio: escribir canciones. Ahora, a veces me pongo pantalones imitación serpiente y spray para el pelo, como con Y Kant Tori Read. Paso por diferentes fases en las que no estoy deseosa de enfrentar las cosas o en las que sí lo estoy. Pero no hay un fin para el proceso creativo. Lo que no sucede en nuestra industria: hay un punto alto, después está el final, en lugar de eso, yo estaré todavía escribiendo en mi living si estoy sola o si viene alguien. Aún voy a estar haciéndolo." Esa relación simbiótica y obsesiva con la música es la responsable de la inusual intensidad que puede hallarse en cualquiera de los discos solistas de Amos, y en Under the Pink en particular la fértil relación está en todo su hechizante esplendor. En 1996, Amos se fue a grabar a Irlanda, país con una abundante y bella mitología que le va como anillo al dedo a la cantante. Más tarde, las canciones fueron mezcladas en un castillo en las afueras de Surrey, Inglaterra. El trabajo fue bautizado como Boys for Pele, en honor a la diosa hawaiana de la destrucción y de la creación a quien le son sacrificados hombres jóvenes arrojándolos a su volcán. Las 14 canciones principales del disco simbolizan las 14 partes del cuerpo del dios egipcio Osiris, recolectadas, en el mito, por la diosa Isis. ¿Demasiada mitología? En una entrevista que otorgó durante la mezcla del disco, Tori declaró: "Pienso que no vale la pena conocer a la gente que es incapaz de creer en las hadas. Neil Gaiman [creador del comic Sandman], cree que las hadas son más que cool. Han trascendido eso. Yo creo que las realidades alternas te convierten en un buen escritor. [...] La gente habla sobre 'esa basura de los unicornios' sin darse cuenta de que esa 'basura de los unicornios' era un código secreto por el que millones de personas murieron. Las mafias podrían aprender algunas cosas. Si no obedecías la línea católica en esa época, entonces eras un hereje. Yo estoy intentando reconstruir algunas de esas falsedades."
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