JOHN McCRONE
Los avances tecnológicos, junto al interés de los científicos por saber cómo funciona el cerebro, hacen pensar que en un futuro se podrá llegar a «filmar» la actividad neuronal que dejan los sentimientos. . LA mente podría muy bien considerarse el límite de la ciencia. A lo largo de un siglo, los psicólogos y los neurólogos han registrado el comportamiento humano, han inventado modelos abstractos informatizados de los procesos mentales y han seccionado cerebros de cadáveres para encontrar claves sobre la naturaleza de la consciencia. Pero a pesar de tantos esfuerzos, el rendimiento ha sido mínimo. Ahora, sin embargo, la situación está cambiando. Espoleados por los avances de la técnica, capaz de construir escáneres que muestren imágenes del funcionamiento del cerebro, los investigadores se están volviendo más audaces. Vislumbran una nueva era de investigación dominada por máquinas dotadas de indicadores radioactivos, de efectos de resonancia magnética o de señales eléctricas casi imperceptibles que puedan trazar el mapa de la actividad del cerebro humano. Se habla de poder llegar al interior del cerebro para «filmar» la impronta de actividad neuronal que dejan sentimientos o pensamientos fugaces. Este año, el Instituto de Neurología de Londres contará con su propio centro de imagen, un laboratorio de 20 millones de libras (cerca de 4.000 millones de pesetas) equipado con los escáneres más avanzados para estudiar el cerebro. Pero, ¿qué puede revelar un escáner, si es que pueden revelar algo, sobre los fundamentos biológicos del pensamiento? Los escáneres se valen del hecho de que el cerebro en funcionamiento consume energía cuando realiza las tareas que conforman nuestro mundo personal del pensamiento y la consciencia. El método más conocido es la tomografía de emisiones de positrones (PET), que utiliza la radioactividad para marcar el flujo sanguíneo, el azúcar en la sangre o neurotransmisores importantes como la dopamina. El compuesto se inyecta en los voluntarios mientras están tumbados realizando una tarea mental. Un anillo detector que rodea la cabeza recoge los rayos gamma que emite el cerebro y traza un mapa de las distintas concentraciones de isótopos. Después de la prueba, los ordenadores de alta potencia tardan 36 horas en realizar los cálculos matemáticos necesarios para reconstruir las imágenes del cerebro. El PET es el escáner más utilizado entre las muchas técnicas de creación de imágenes del cerebro, pero hay otras que parecen, incluso, más prometedoras. Una de ellas es la Imagen de Resonancia Magnética Funcional, (MRI) que utiliza un potente campo magnético para alinear los minúsculos bipolos magnéticos de núcleos de átomos del cerebro. Con esta técnica es posible medir las variaciones del nivel de oxígeno y del flujo sanguíneo de los vasos capilares que riegan los tejidos cerebrales en plena actividad del cerebro. Un tercer tipo de escáner es la magnetoencefalografía (MEG), que emplea delicadísimos sensores superconductores de helio líquido para detectar los débiles campos magnéticos que generan las redes neuronales cuando entran en acción. Aunque esta técnica es complicada de aplicar, hay muchos científicos que piensan que la MEG, en combinación con el tradicional electroencefalograma (EEG) - que mide los campos eléctricos cerebrales fuertes-, llegará a ser, a la larga, la técnica más eficaz. Estos tres métodos para medir la actividad cerebral se están mejorando día a día. La posibilidad de contar en el futuro con imágenes de tal nitidez es lo que da derecho a hablar de que se podrá entrar en el cerebro para filmar el pensamiento humano. Stepehn Kosslyn, psicólogo de Harvard, afirma que será posible decirle a un voluntario que forme una imagen en la mente, captarla empleando una de estas técnicas y, luego, proyectarla en la pantalla de un ordenador. De hecho, Kosslyn ha dado el primer paso en este camino. En un experimento pidió a los voluntarios que se formaran la imagen mental de un objeto pequeño y más tarde les dijo que agrandaran la imagen hasta que cubriera todo su campo de visión. En ambos casos, midió la actividad de la corteza cerebral. Kosslyn sostiene que el poder que tienen las imágenes del cerebro radica en que son pruebas objetivas, muy difíciles de refutar. «No se trata de nada abstracto. En los experimentos se puede descubrir en qué parte del cerebro tienen lugar los procesos mentales», afirma este científico. Sin embargo, la creación de una imagen del cerebro es un proceso muy complejo con muchas posibilidades de error, en el que incluso puede intervenir el ciego empeño del investigador por obtener los resultados que desea. Karl Friston, experto en análisis estadístico de la unidad de imágenes cerebrales, del Consejo de Investigación Médica en el Hospital Hammersmith de Londres, calcula que sólo un tercio de todos los estudios de escáner publicados hasta la fecha podrán resistir el paso del tiempo. No obstante, muchas dificultades en cuanto a la identificación correcta del lugar de actividad cerebral y su interpretación se están eliminando con bastante rapidez, según mejora la definición de las máquinas y se estandariza más la forma de procesar los datos. . En varios puntos . De momento se conoce lo suficiente el cerebro como para saber que la consciencia no está localizada en ningún punto concreto de este órgano. Los estudios PET de Michael Posner, de la Universidad de Medicina de Washington, han demostrado que la parte anterior de los lóbulos frontales muestra actividad en particular cuando se realiza una tarea que requiere especial atención y cuidado. El córtex postparietal parece ser crucial en el proceso de transición a la consciencia. Otro estudio sugiere que el hipocampo y otras áreas del córtex frontal desempeñan también un papel determinado en el proceso. Parece ser que la consciencia depende del trabajo en equipo de una multitud de zonas de convergencia de zonas altas del cerebro donde los diferentes haces neuronales implicados en las sensaciones, en el proceso motor y en la memoria, convergen. No obstante, otros piensan que aunque las zonas de convergencia juegan un papel fundamental, el paso decisivo que marca la consciencia se da posiblemente en una zona inferior y más repartida del cerebro.
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