Las (des)condiciones del pájaro solitario de Carlos Castaneda
Autor: Aleph de Pourtales
Acercamientos a una praxis psicológica de la
obra de Castaneda: El ave solitaria, incolora, sin impronta, simbólica
del hombre que deja el mundo para ser él mismo y convertirse así en
todo.
Carlos Castaneda cita a San Juan de la Cruz, el poeta místico español como epígrafe a su libro Relatos de Poder. La cita es importante ya que de alguna manera, como un símbolo, sintetiza todo un cuerpo de conocimiento:
Las condiciones del
pájaro solitario son cinco. La primera, que se va a lo más alto; la
segunda, que no sufre compañía aunque sea de su naturaleza; la tercera,
que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la
quinta, que canta suavemente.
Los hombres de conocimiento de la
tradición que enseña Don Juan Matus, el mítico brujo que toma “bajo su
ala” a Castaneda, se convierten literal y metafóricamente en ese pájaro
solitario. El vuelo es abstracto pero necesita del ejemplo de la
concreción para elevarse a las aluras de los cielos metafísicos.
Si bien la obra de Castaneda plantea una
disciplina extraordinaria (impecable en sus palabras), casi
impracticable para un hombre común embebido en el paradigma cultural que
padecemos, la idea fundamental del pájaro solitario contiene una
enseñanza hasta cierto punto accesible y, sobre todo, sumamente
relevante para nuestra experiencia cotidiana. Admite una lectura dentro
de un marco de psicología existencial, donde no necesariamente se tiene
que pertenecer a y practicar una tradición oculta, como el llamado
sendero del nagual. Básicamente: el descondicionamiento o la
desprogramación de la colectividad para el surgimiento de la
individualidad. La máxima que todos hemos escuchado al punto del lugar
común: sé tú mismo.
Si es que existe dentro de nosotros un
espíritu allende y sobre todo aquende la ilusión del ego y de la
construcción lingüística del yo (de ese diálogo interno que modela un
mundo límite), entonces la forma de acceder o, mejor dicho, de ser
poseído por el espíritu es abandonar la programación cultural de la que
somos objeto. “La cultura es tu sistema operativo”, dijo Terence Mckenna
haciendo uso del lenguaje cibernético, y dentro de ese código existen
solamente ciertas posibilidades de ejecución: no podemos volar si somos
hombres como los hombres. Pero si somos un hombre solitario, “que no
sufre compañia aunque sea de su naturaleza” podemos no tener
“determinado color” y elevarnos a las alturas intocadas. Paradójicamente
el pájaro-hombre solitario es el que está más unido con toda la
existencia, al estar unido consigo mismo. La palabra alone proviene de all-one: todo uno.
No es necesario invocar dotes
espirituales de mística trascendental para asimilar esto y dar fruto. La
verdadera divisa de cambio del universo es la energía; vivimos en un
mercado voraz — vampírico en su inconciencia– de flujos energéticos,
devorando y siendo devorados por nuestros semejantes y posiblemente por
fuerzas y entidades invisibles. Todas nuestras relaciones son
transferencias de energía, pero dentro de esta vorágine en la que rara
vez tenemos control, es posible encontrar un equilibrio que es también
una ética. De entrada alimentarse del sí mismo de tal forma que no
necesitemos conectarnos permanente a la corriente energética del sistema
colectivo y cultural de nuestros semejantes. Conjeturo que, y esto es
una teoría optimista, sólo así sería posible entablar una circulación de
energía no-predatorial. Tal vez esta sea la física iluminada del amor:
una relación alada en la cual la energía no se se consume, se crea. Y al
crear más energía el universo lo celebra y te sonríe. Ese es el polvo
de luz, el polvo de hadas, el polvo enamorado más allá de la muerte.
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