viernes, diciembre 20, 2013

ARQUETIPO



Me hallaba en una ciudad, sucia llena de hollín. Llovía y toso era oscuro, era invierno y de noche. La ciudad era Liverpool. Con otra gente, digamos una media docena de suizos, iba yo por las calles oscuras. Tenía la sensación de que veníamos del mar, del puerto, y la ciudad propiamente dicha estaba allá arriba, sobre los cliff. Hacia allí íbamos nosotros. Me recordaba Basilea, allá abajo se divisa el mercado, y por la Totengassen se llega una planicie, a la Petersplatz y a la grandiosa Peterniche. 

Cuando llegamos a la altiplanicie hallamos una amplia plaza, débilmente iluminada por faroles, donde desembocaban muchas calles. Los barrios de la ciudad eran radiales y tenían por centro a esta plaza. En el centro se hallaba un estanque redondo y en su interior una pequeña isla central. Mientras todo estaba cubierto por lluvia, la niebla, el humo y la noche escasamente iluminada, la pequeña isla resplandecía a la luz del sol. Allí había un árbol solitario, un magnolio recubierto flores rojas.

 Era como si el árbol estuviese al sol y a la vez fuera luz. Mis compañeros comentaban el terrible tiempo y al parecer no veían el árbol. Hablaban de otro suizo que vivía en Liverpool y se asombraban de que se hubiese trasladado precisamente aquí. Yo estaba admirado por la belleza del árbol florido y por la isla iluminada por el sol pensé: Ya sé por qué, y desperté.


Carl Jung.

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