CUENTOS Y METÁFORAS TERAPEÚTICAS PARA EL CAMBIO.
La metáfora es una representación simbólica y totalizadora de un
problema o una situación, que se basa en la experiencias que son universales
porque pertenecen a la naturaleza o la vida cotidiana. Al ser una
representación simbólica corresponde también al lenguaje del cerebro derecho en
donde, como los símbolos ES lo que representa y, por lo tanto, al transformarse
se transforma también eso que representaba.
Al utilizar una metáfora nos comunicamos con los demás al menos en tres
niveles. El primero, el textual, evoca al segundo que es más profundo y tiene
un significado universal. Este, a su vez, evoca un tercero que es individual y
se refiere a lo que es relevante y significativo para cada persona de acuerdo
con su historia y sus características. Este último puede ser inconsciente. Por
ejemplo, si hablamos de sentirnos atrapados en un hoyo, sin poder salir, ésta
metáfora hacer recordar a todos los que la escuchan la sensación de
atrapamiento, pero además, hará revivir a cada quien las situaciones
particulares en que ha estado atrapado en su vida.
De esta manera, comunicándonos en distintos niveles y en forma
indirecta, podemos referirnos a vivencias profundas y reconstruirlas. Erickson
era experto en manejar este tipo de comunicación utilizando experiencias de la
vida cotidiana.
El uso del lenguaje metafórico para transmitir conocimientos es casi
tan antiguo como la humanidad. Los pueblos primitivos observaban la naturaleza,
la imitaban, personificaban a los animales y a los elementos naturales y los
incorporaban a su vida. En algunos grupos, se daba a los guerreros nombres de
animales salvajes lo cual implicaba que esas personas poseía las
características de ese animal y debían imitarlo. Con frecuencia esto se
mezclaba con elementos mágicos o religiosos.
También se utilizan las metáforas en sociedades más avanzadas. Cuando
nacía una niña azteca, la partera que la recibía le decía con admiración y
cariño que era “una piedra de jade, una pluma preciosa”. Detrás de tan sencilla
frase estaban implicadas, entre otras cosas, la creencia de que cada niño que
nace lleva en sí una parte de la divinidad, la veneración y el respeto por cada
persona individual, la responsabilidad
que los padres y toda la comunidad tenía que pulir esa piedra y cuidarla como
algo valioso. Los mismo aztecas al identificar a sus guerreros como el águila o
el tigre (caballeros águilas o caballeros tigre), establecían qué
comportamiento esperaban de ellos en las batallas y en la vida diaria.
Los libros sagrados de las diferentes religiones emplean metáforas para
transmitir sus enseñanzas, al igual que la poesía, los cuentos de hadas y la
literatura en general.
Cuando trabajamos con metáforas, recorremos caminos individuales que al
mismo tiempo son universales. Puede ser que aparezcan de modo espontáneo en el
lenguaje de cada persona y entonces sólo tenemos que seguirlas, como en el
capítulo 2 segunda parte, en donde conté del paciente que me decía haber
sufrido “heridas profundas” y continuamos hablando de que las heridas
cicatrizan y cómo hay que cuidarlas. En otras ocasiones, yo introduzco la
metáfora que me parece adecuada para sugerir lo que creo necesario, por
ejemplo, al evocar el momento en que aprendimos a caminar, hablar de cómo los
animales pueden aprender a pelear o a decir que los árboles CRECEN
continuamente aunque no nos demos cuenta; que por su tronco duro circula savia
suave, que las raíces le sirven para mantenerse SEGUROS y firmes en su lugar
durante las tempestades y para TOMAR de su alrededor lo que les hace falta para
CRECER.
Teresa Robles.
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