“Un día volvía
de la escuela secundaria cuando un caballo desbocado pasó velozmente junto a un
grupo de nosotros para entrar en el corral de un granjero... en busca de un
trago de agua. El caballo sudaba profusamente. Y el granjero no lo reconoció de
modo que lo acorralamos. Yo salté al lomo... puesto no tenía bridas, tomé las
riendas y dije “¡Arre!”... orientándolo hacia la carretera. Sabía que el
caballo tomaría la dirección correcta... No sabía cuál era esa dirección. Y el
caballo trotó y galopó. De vez en cuando olvidaba que estaba en la carretera y
entraba en un campo. De modo que tenía que tironear un poco y llamar su
atención acerca del hecho de que se suponía que debía marchar por la carretera.
Y, finalmente, a unos seis kilómetros del lugar donde lo había montado, entró
en un corral, y el grajero dijo: “¿De modo que es así como ha vuelto ese
animal? ¿Dónde lo encontrastes?”
“A unos seis
kilómetros de aquí”, le respondí.
“¿Cómo sabías
que volvería aquí?”
“No lo sabía...
el caballo lo sabía. Todo lo que hice fue mantener su atención puesta en el
camino
Anecdota de Milton Erickson contada por Bill O´Hanlon
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