Lo que ocurre es que dentro del país se ha convertido en algo intocable. Todos los Gobiernos lo han apoyado sin fisuras. Proporcionan instrumentos, locales, infraestructura. Para Hugo Chávez, el sistema de orquestas ha sido un auténtico caramelo que no se ha atrevido a tocar. Y en la sociedad civil, Abreu, ministro de Cultura con Carlos Andrés Pérez, es un símbolo. Su influencia es casi incuestionable. Lo que pide se le da. Cada niño enfermo es atendido sin problemas en los mejores hospitales, por ejemplo. Sus colaboradores hablan de Abreu como una especie de santo. Le colocan en la escala de un Gandhi o un Mandela. Le veneran y le obedecen ciegamente.
Como Susan Simán, directora del centro de Montalbán, que actualmente cuenta con 1.100 niños. Es una de las escuelas punteras del sistema. Allí trabaja el padre de Gustavo Dudamel, una de las joyas de la Venezuela musical: director de orquesta superdotado, según Rattle y Abbado, recién nombrado titular de la Sinfónica de Los Ángeles con 26 años. “Admitimos a niños desde los dos años”, asegura Susan Simán. “Nuestro cometido es enseñarles desde que entran a llegar a tocar la Quinta de Beethoven”, dice. En los primeros ensayos hay que concentrarse en cosas extramusicales: “Se nos oye más pedirles que no se chupen el dedo o no se rasquen el pañal que otras indicaciones”, afirma Simán. Los primeros instrumentos son maquetas. “Formas modeladas de madera que ellos pintan y ponen nombre. Cuando les llega el instrumento real, es muy emocionante”. Así hasta formar músicos de raza. Tanto que Montalbán, según Susan Simán, “se ha convertido en algo así como una sala de partos para orquestas”.
Como Susan Simán, directora del centro de Montalbán, que actualmente cuenta con 1.100 niños. Es una de las escuelas punteras del sistema. Allí trabaja el padre de Gustavo Dudamel, una de las joyas de la Venezuela musical: director de orquesta superdotado, según Rattle y Abbado, recién nombrado titular de la Sinfónica de Los Ángeles con 26 años. “Admitimos a niños desde los dos años”, asegura Susan Simán. “Nuestro cometido es enseñarles desde que entran a llegar a tocar la Quinta de Beethoven”, dice. En los primeros ensayos hay que concentrarse en cosas extramusicales: “Se nos oye más pedirles que no se chupen el dedo o no se rasquen el pañal que otras indicaciones”, afirma Simán. Los primeros instrumentos son maquetas. “Formas modeladas de madera que ellos pintan y ponen nombre. Cuando les llega el instrumento real, es muy emocionante”. Así hasta formar músicos de raza. Tanto que Montalbán, según Susan Simán, “se ha convertido en algo así como una sala de partos para orquestas”.
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