Luego, en su más que austera oficina del teatro Teresa Carreño de Caracas, ante un vaso generoso de Coca-Cola light, lo comenta y da la clave de su proyecto. “Éste no es un programa musical, es un programa social”. Lo bueno es que a través de esa revolución silenciosa pero tremendamente armónica, de esa transformación y vuelco de las verdades sacrosantas establecidas en lo que se refiere a la música, de esa bofetada que Abreu le ha propinado a las mentes más resignadas, escépticas y pesimistas, “el maestro”, como le llama todo el mundo, ha demostrado que con su sistema explota el talento de manera natural.
“Cuando a un niño que vive en un barrio rodeado de miseria le entregas un instrumento, le estás dando un arma“, asegura Abreu. “Es lo único que tiene, lo que le va a permitir abrirse paso, y se aferra a él como un náufrago. Es su tabla de salvación“. Por eso ensayan tres, cuatro horas diarias. Por eso y porque sus vidas adquieren repentinamente un sentido profundo. “Un sentido que se contagia a sus familias y también a la comunidad. Con lo que hace, el niño adquiere su propia identidad. Lo peor de la pobreza no es carecer de nada: es no ser nadie. En la orquesta son alguien. ¿Tú sabes lo que para un niño de éstos representa que Rattle lo abrace, le felicite? Es lo máximo”.
“Cuando a un niño que vive en un barrio rodeado de miseria le entregas un instrumento, le estás dando un arma“, asegura Abreu. “Es lo único que tiene, lo que le va a permitir abrirse paso, y se aferra a él como un náufrago. Es su tabla de salvación“. Por eso ensayan tres, cuatro horas diarias. Por eso y porque sus vidas adquieren repentinamente un sentido profundo. “Un sentido que se contagia a sus familias y también a la comunidad. Con lo que hace, el niño adquiere su propia identidad. Lo peor de la pobreza no es carecer de nada: es no ser nadie. En la orquesta son alguien. ¿Tú sabes lo que para un niño de éstos representa que Rattle lo abrace, le felicite? Es lo máximo”.
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