lunes, septiembre 03, 2007

Los niños pobres de las orquestas venezolanas, estrellas en ‘El País’


Luego, en su más que austera oficina del teatro Teresa Carreño de Caracas, ante un vaso generoso de Coca-Cola light, lo comenta y da la clave de su proyecto. “Éste no es un programa musical, es un programa social”. Lo bueno es que a través de esa revolución silenciosa pero tremendamente armónica, de esa transformación y vuelco de las verdades sacrosantas establecidas en lo que se refiere a la música, de esa bofetada que Abreu le ha propinado a las mentes más resignadas, escépticas y pesimistas, “el maestro”, como le llama todo el mundo, ha demostrado que con su sistema explota el talento de manera natural.
“Cuando a un niño que vive en un barrio rodeado de miseria le entregas un instrumento, le estás dando un arma“, asegura Abreu. “Es lo único que tiene, lo que le va a permitir abrirse paso, y se aferra a él como un náufrago. Es su tabla de salvación“. Por eso ensayan tres, cuatro horas diarias. Por eso y porque sus vidas adquieren repentinamente un sentido profundo. “Un sentido que se contagia a sus familias y también a la comunidad. Con lo que hace, el niño adquiere su propia identidad. Lo peor de la pobreza no es carecer de nada: es no ser nadie. En la orquesta son alguien. ¿Tú sabes lo que para un niño de éstos representa que Rattle lo abrace, le felicite? Es lo máximo”.

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