Un amplio y extraordinario reportaje de Alfredo Cáliz en el diario español “El País” destaca, en el suplemento de este domingo, el trabajo que se efectúa en Venezuela con los niños pobres que son integrados a orquestas. Este es el reportaje:
A veces, esa en apariencia insuperable distancia que existe entre la miseria y la salvación es cuestión de 50 centímetros. Los que mide un violín. Todos y cada uno de los 270.000 niños que integran el sistema de orquestas de Venezuela lo saben. Lo han visto, lo han oído, lo han vivido… El 85% de ellos pertenece a las clases más oprimidas de un país en el que la pobreza es una escena cotidiana con un 31,3% de la población debajo de su umbral, según datos del Banco Mundial y la ONU. Pero cada día la mayoría de estos muchachos agarran su instrumento y su entusiasmo y se dirigen a cualquiera de los 120 núcleos, de las escuelas desperdigadas en los barrios, en los pueblos, en la selva, donde aprenden a superarlo todo. Es allí donde su vida, dicen ellos mismos, cobra sentido.
Que la música tiene la llave del progreso y de la vida, puede sonar a palabrería tan hueca como bienintencionada en ciertos ambientes. Pero cuando lo dice José Antonio Abreu, ese hombre visionario y revolucionario que decidió hace 32 años regenerar un continente por medio del trabajo cómplice y en equipo de las orquestas, es, sencilla y contundentemente, verdad. Él lo ha demostrado y hoy es el día en que sigue un tanto asombrado de su hazaña. Del milagro.
A veces, esa en apariencia insuperable distancia que existe entre la miseria y la salvación es cuestión de 50 centímetros. Los que mide un violín. Todos y cada uno de los 270.000 niños que integran el sistema de orquestas de Venezuela lo saben. Lo han visto, lo han oído, lo han vivido… El 85% de ellos pertenece a las clases más oprimidas de un país en el que la pobreza es una escena cotidiana con un 31,3% de la población debajo de su umbral, según datos del Banco Mundial y la ONU. Pero cada día la mayoría de estos muchachos agarran su instrumento y su entusiasmo y se dirigen a cualquiera de los 120 núcleos, de las escuelas desperdigadas en los barrios, en los pueblos, en la selva, donde aprenden a superarlo todo. Es allí donde su vida, dicen ellos mismos, cobra sentido.
Que la música tiene la llave del progreso y de la vida, puede sonar a palabrería tan hueca como bienintencionada en ciertos ambientes. Pero cuando lo dice José Antonio Abreu, ese hombre visionario y revolucionario que decidió hace 32 años regenerar un continente por medio del trabajo cómplice y en equipo de las orquestas, es, sencilla y contundentemente, verdad. Él lo ha demostrado y hoy es el día en que sigue un tanto asombrado de su hazaña. Del milagro.
Yo vivo en un pueblo de apenas 3000 habitantes, donde la musica tambien está teniendo un papel importantisimo entre los jovenes que han formado una banda...
ResponderBorraractualemtne hay muchisimos niños del pueblo asistiendo a clases de musica, y son muchos los k estan dedicandose a esto profesionalmente..
Está claro que la musica puede salvar al mundo, y quizas este sea un ejemplo mas....
Un saludo desde españa y gracias por tus visitas....
:-)
Totalmente de acuerdo! Acá, en Argentina, hay orquestas de niños en barrios carenciados. En especial la de Villa Lugano. Un potencial excelente!!! Si vieras cómo suenan los chelos y los violines...y cómo se proyectan esos niños.
ResponderBorrarLa música es algo maravilloso!!!!
Un abrazo desde Argentina .