domingo, agosto 26, 2007

Nadie antes había contemplado lo maravilloso que podía haber resultado el sacrificio de Abel, no su asesinato. Tal vez sea el resultado de la visión que nos han enseñado a contemplar la muerte como un final y no como una ofrenda de la cual se puede aprender, como un sacrificio de amor a Dios.Cabe preguntarnos ¿Porqué Dios no castigó con la muerte al asesino de su hijo más noble y querido? La maldición que Jehová dejó caer sobre Caín fue, según el Antiguo Testamento, que la tierra no volvería a dar su fuerza por haber absorbido la sangre de Abel, condenándolo a estar errante y extranjero a donde fuese, marcándolo con una señal en la frente16 para que aquel que lo encontrara no lo pudiera matar, de lo contrarío sería vengado siete veces. De esta forma Caín fue hacia el oriente del Edén a habitar la tierra de Nod donde conoció a su mujer con quien tuvo descendencia. Graves y Patai señalan que Dios inflingió a Caín siete castigos peores que la muerte, a saber un cuerno vergonzoso que crecía de su frente, el grito "¡Fraticida!" que resonaba por valles y montañas, una parálisis que le hacía agitarse como una hoja de álamo, un hambre voraz que nunca se saciaba, la decepción de todos sus deseos, una perpetua falta de sueño y la orden de que ningún hombre debía ofrecerle amistad ni matarle. Habría que preguntarnos ¿porqué a Adán y a Eva los maldijo quitándoles la inmortalidad y a Caín defendiéndolo de la muerte? Tras el nacimiento de su primogénito Henoc, Dios permitió a Caín descansar de su vida de vagabundo errante y construir una ciudad llamada Henoc honrando la ocasión.

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