lunes, septiembre 03, 2007

Los niños pobres de las orquestas venezolanas, estrellas en ‘El País’

Hay muchos niños sin discapacidad que les han pedido estar dentro del coro de Manos Blancas. Eso supone un curioso y alentador reverso de la integración. “Por supuesto, lo permitimos. Lo hacen de forma voluntaria”, cuenta Naybeth García. La voluntad de integración social no se olvida en Barquisimeto. En el concierto de final de curso se palpa ese orgullo de las familias. Ha sido un éxito con bises en el que se ha mezclado como lo más natural la música tradicional popular venezolana con el barroco de Vivaldi, por ejemplo.
Toda la familia de Maybir Rosendo ha ido a escuchar a la niña, que ha cantado vestida como una princesa de cuento. Sus dos abuelas, que han llegado a verla desde el campo, donde viven, la miran con un orgullo indescriptible, como sus padres y sus tías. Una de ellas hasta llora de emoción. Maybir adora ser cantante y ya va a Caracas a estudiar un sábado cada 15 días. En Barquisimeto también toca la trompeta y ensaya con el coro. De mayor le gustaría ser juez: “Para arreglar las cosas que no me gustan”.
A Alejandro y a Elías Múgica López también han ido a verles. Su padre, que se gana la vida como mariachi en bodas, bautizos y cumpleaños, les nota talento. Son de Agua Salada y en casa montan sus ensayos los tres. “Hacen su grupito, la música le da alegría a la casa”, afirma su madre. Allí, Elías, el más pequeño, con siete años, tiene montado también una especie de zoo: “Quiero ser veterinario de mayor. Tengo una tortuga, un loro y a mi perro Maylo”.
Tras el jolgorio y las felicitaciones, los intérpretes se han ido a sus casas y los profesores explican el milagro del coro de las Manos Blancas a profesores y músicos italianos y españoles que han acudido al evento y lo han vivido con los ojos a cuadros. Es otra de las hazañas de Abreu y sus colaboradores, una de las más rompedoras. “Cuando empezamos, muchos de nuestros amigos pensaban que estábamos locos, éramos unos blasfemos para el sistema de educación musical”, dice el maestro. Ahora, 32 años después de haber empezado a prender aquella mecha inicial que ha terminado en toda una explosión musical, está a punto de lograr otro de sus sueños. “Estoy seguro de que España y Portugal se unirán a él. Es la creación de la primera Orquesta Sinfónica Iberoamericana”. A fe que su lucha por hermanar y desarrollar a los pueblos a través de la música no terminará ahí. Romperá muchas más barreras.

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