lunes, septiembre 03, 2007

Los niños pobres de las orquestas venezolanas, estrellas en ‘El País’


Empezó en un garaje con 25 atriles en febrero de 1975. Demasiados. Entonces le sobraron 14. Sólo 11 apóstoles estaban dispuestos a confiar en su sueño, 11 muchachos que hoy, ya más entrados en años, siguen a su lado en el alucinante sistema de enseñanza que han montado desde entonces y que no sólo se ha implantado en Venezuela, cuyo Gobierno lo apoyó al año siguiente de su creación, sino que se ha adoptado como método en 23 países más.
Hoy son batallones en todo el mundo los que saben que este hombre menudo, amable, austero y con la voluntad de los generales heroicos, tiene la clave, la llave, el enigma resuelto del futuro de la música. Lo saben sus seguidores y quienes integran el sistema. Lo saben los niños, los jóvenes y los ya profesionales que han salido de él y hoy integran las orquestas más prestigiosas del mundo. Y también lo han descubierto los grandes gurús vivos de la música occidental, desde Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín, hasta Claudio Abbado, un mito en activo de la dirección de orquestas que pasa ahora cuatro meses al año junto a los chicos de Abreu traspasándoles su experiencia, su visión de la música, su sabiduría.
La última semana de julio ha sido ajetreada para todo el mundo. Hacía años que no se realizaba una selección nacional de niños y jóvenes para tocar en Caracas. Además, Rattle ha llegado al país con su esposa, la cantante Magdalena Kozená -que actuará con ellos-, para dirigir a la Sinfónica Simón Bolívar, el máximo escalafón artístico del sistema. Poco después de llegar acude a una demostración de la orquesta más virtuosa de uno de los núcleos punteros, el de Montalbán, en Caracas, que cuenta con tres formaciones. Le interpretan en su honor el cuarto movimiento de la Primera sinfonía de Mahler, la Titán, que ha dirigido Ulyses Ascanio, uno de los 11 pioneros del sistema. El maestro Abreu acompaña a Rattle, que aplaude entusiasmado y besa, abraza y felicita a los muchachos. “¡Viva la música!”, les dice en español al final. “¡Seguid así!”. Ellos le han recibido en pie. Saben perfectamente quién es, lo veneran. Por si fuera poco, Abreu se lo recuerda: “Para estos niños, hoy es uno de los días más importantes en sus vidas”, asegura ante los asistentes, “el mejor director del mundo ha venido a escucharles”.

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