martes, agosto 08, 2006

Articulo : Los trances Ericksonianos.

Milton Erickson 1901-1980.

Autor :Ernest Rossi.Phd.
www.ernestrossi.com
Ernest@ErnestRossi.com

Las sesiones de Erickson con los pacientes parecían ser formas muy sutiles e indirectas de encuentro hipnoterapéutico, en los que la naturaleza se convertía en un compañero, y ello de un modo que no pude comprender en aquel momento. Pronto me resultó evidente que el doctor Erickson no era un genio de la manipulación, como muchos creían, sino más bien un genio de la observación. Detrás de su comportamiento sociable, y semejante al de un abuelo, Erickson observaba a sus pacientes como un halcón, advirtiendo los más diminutos cambios en sus estados físicos y emocionales. Observaba la frecuencia de su pulso en puntos de su cara, cuello, brazos y piernas, donde apenas eran discernibles. Observaba como se dilataban las pupilas de sus ojos cuando se discutían asuntos importantes. Durante estas largas sesiones advirtió que, sin razón aparente, la cabeza del paciente podía ponerse a oscilar rítmicamente arriba y abajo, y odía ponerse a parpadear lentamente, para cerrar luego unos ojos que miraban a la lejanía. El cuerpo el paciente podía quedar perfectamente quieto, con dedos, manos, brazos o piernas aparentemente congelados en una postura extraña. A veces aparecía una beatífica sonrisa en el rostro de la persona, o bien, y más a menudo, los rasgos eran pasivos y como aflojados, algo que Erickson describía como “planchados”. Durante sus sesiones de enseñanza conmigo, a menudo me señalaba los párpados trémulos, los entrecejos fruncidos, los labios y el mentón temblorosos, y las lágrimas de los pacientes: signos externos de que esta gente estaba tanteando intensamente sus dramas internos privados. Erickson reconoció que estos vislumbres sutiles eran importantes señales del cuerpo-mente que indicaba que algo de profundo significado estaba siendo tocado, incluso si las personas no se percataban conscientemente de ello. Me pareció que el secreto de la famosa magia de Erickson residía en un reconocimiento extraordinariamente agudo de estas señales de que un problema emocional estaba arribando a la superficie. El doctor Erickson siempre sacó provecho de este ir y venir de las mareas de la conciencia, que parecía abrirse y cerrarse como las ventanas a los largo de sus sesiones terapéuticas. Sólo después de observar que una ventana se estaba abriendo, y que los procesos físicos y mentales del paciente se estaban aquietando, procedía Erickson a facilitar el trance hipnoterapéutico. Años de tratamiento de pacientes habían enseñado a Erickson que durante estos periodos regenerativos, que generalmente duraban entre 10 y 20 minutos, sus clientes eran capaces de conseguir un mejor acceso a sus emociones, intuiciones y pensamientos más profundos. Utilizaba estas ventanas de acceso interno para ayudar a la gente a aprender a resolver sus propios problemas de forma personal. Era durante estos periodos cuando Erickson realizaba su trabajo más efectivo, ayudando a sus pacientes a obtener vislumbres y cambios de conducta que aparentemente resultaban mucho más dificiles para ellos en otros momentos.

Tomado del Libro 20 Minutos en la pausa ,Ernest Rossi,Editorial Edaf.








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